Compartimos la ponencia del presidente de la ANUT, Raúl Martínez Hernández, en el Foro de Consulta sobre la Legislación Secundaria en Materia Educativa de la Región Metropolitana, que se celebró el miércoles 10 de julio de 2019, en la Ciudad de México:

Les ruego me permitan iniciar esta breve participación con dos citas fundamentales para los efectos del planteamiento que queremos dejar en la mesa. La primera se refiere a un texto extraído de la Declaración de Roma de los 27 líderes de los estados miembros de la Unión Europea, de 25 de marzo de 2017 que señala: «En estos tiempos cambiantes, conscientes de las preocupaciones de nuestros ciudadanos, … prometemos trabajar para conseguir una Europa social … que, basada en el crecimiento sostenible, promueva el progreso económico y social, … la igualdad entre mujeres y hombres, así como los derechos y la igualdad de oportunidades para todos; … que luche contra el desempleo, la discriminación, la exclusión social y la pobreza; … en la que los jóvenes reciban la mejor educación y formación y puedan estudiar y encontrar trabajo; …»; fin de la cita.

La segunda referencia corresponde al capítulo dedicado a la educación que fue incluido en el Plan Sexenal del Presidente Lázaro Cárdenas y que a la letra dice: «…con preferencia a las enseñanzas de tipo universitario destinadas a preparar profesionistas liberales, deben estar colocadas las enseñanzas técnicas que tienden a capacitar al hombre para utilizar y transformar los productos de la naturaleza, a fin de mejorar las condiciones materiales de la vida humana. En tal virtud, … se cuidará el desarrollo de la enseñanza técnica en sus diversas formas, para capacitar a los varios tipos de trabajadores a coadyuvar eficazmente en los procesos de dominio y aprovechamiento de la naturaleza.»; fin de la cita.

Más allá de las coincidencias en el discurso y lo llamativo que resultan las diferentes épocas que rodean a uno y otro; tales premisas debieran servirnos para que hagamos conciencia sobre el tiempo que hemos perdido en el esfuerzo por ofrecer a los mexicanos un sistema educativo que efectivamente sirva como herramienta para dotar a los jóvenes de las armas que les permitan ser más exitosos, más prósperos, más dignos y más libres.

El entorno que rodea al actual momento de los estados nacionales de Europa en esta materia, arrojan por ejemplo que, de la matrícula de jóvenes que realizan estudios posteriores al equivalente de la secundaria, solo un 10% corresponde a programas generalistas y de humanidades; puesto que el restante 90% se refieren a formaciones profesionales técnicas, con un alto contenido práctico y en ciencias. En adición a ello, hoy se encuentra en proceso una amplia y profunda discusión acerca del horizonte al 2035 de las tales formaciones profesionales, en la que se han puesto en el centro del análisis tres escenarios posibles, el primero amplía la manera de comprender y concebir lo que se entiende por Formación Profesional y se hace hincapié en un aprendizaje orientado a fines profesionales y del mercado laboral en todos los niveles y entornos institucionales; el segundo busca fortalecer la idea actual y dominante de la Formación Profesional como puerta de entrada a oficios y profesiones; y el tercero limita la manera de entender y concebir la Formación Profesional, centrándose en la idea de formar para trabajar, mejorando las competencias y adquiriendo otras nuevas en función de las necesidades del mercado laboral en el corto y medio plazo.

Como podemos ver, lo que si resulta incuestionable es que la educación y la formación profesional técnicas son y han sido la mejor herramienta para el incremento de la competitividad, en la mejora de las condiciones de vida de la sociedad; y en la superación de las precarias situaciones prevalecientes en Europa, luego de la segunda guerra mundial.

En contraste, en México, respecto del primer nivel de análisis, de la población escolar total del nivel medio superior, apenas el 5% corresponde a formaciones profesionales técnicas, el resto al bachillerato general; las únicas instituciones dedicadas a las formaciones técnicas de tipo superior a través del Técnico Superior Universitario, las Universidades Tecnológicas; apenas participan con el 4% de la matrícula total de ese nivel; la secundaria técnica prácticamente ha desaparecido, los estudios prácticos y de oficios de los bachilleratos tecnológicos, cuya expansión en la década de los setenta fue espectacular, se convirtieron en programas generalistas; e insistimos en invertir entre cinco y seis años para que un joven pueda obtener un título de ingeniero, que además no posee competencias prácticas, salvo los que egresan precisamente de las Universidades Tecnológicas y Politécnicas.

Y por lo que tocas a la prospectiva; llevamos años en una búsqueda infructuosa de las mejores rutas para que los jóvenes accedan a una educación que a la vez que nos ponga en un plano de franco desarrollo para competir en el mundo, acceda también a una sociedad más justa y equitativa. Y si bien en el análisis histórico de esa búsqueda las intenciones son defendibles y los programas suenan bastante razonables, lo cierto es que hoy nos encontramos nuevamente en el mismo punto de inflexión, pero me temo, que, sin atrevernos a elaborar una propuesta agresiva e integral, que esté a la altura del tamaño del problema y sin voltear a ver a otros que han resuelto ya este dilema.

Con todo esto en mente, termino preguntándome si no será hora de conferirle un mejor espacio a la educación técnica y las formaciones profesionales, pero sin desconocer la riqueza y utilidad del resto de los componentes del Sistema Educativo Nacional; de ver las soluciones no por niveles, tipos y modalidades, sino en un todo integrado; de invitar a la mesa en donde se construyen estas soluciones a los otros actores del proceso, como a los empresarios y a los padres de familia; y de reconocer en todo caso, que independientemente de las visiones que tengamos respecto de lo que los jóvenes deben aprender, no hay duda de que –como bien lo reconoció el presidente Cárdenas–, es el trabajo el fin último de nuestra especie y el medio para dignificar nuestro paso por la vida.

Solo espero que, en seis años, no estemos de nuevo reconociendo estas realidades y repitiendo recetas que, en el mejor de los casos, solo palían la gravedad del estado de las cosas y sí postergan la esperanza de los jóvenes por una mejor educación y un mejor país.